jueves, 18 de febrero de 2010

Migraña

No es mi caso, que no la sufro, pero es muy ingeniosa, muy visual: muy griega... la génesis de la palabra "migraña". Dice la RAE que viene del latín "hemicranĭa", y éste del griego ἡμικρανία: hemicranía. O sea, medio cráneo. Y luego, remite a jaqueca. De esa ya hablamos. Pero allí se da la definición más intuitiva de qué es este mal: dolor de media cabeza. Dicho rápido y mal "Me duele medio cráneo", tengo migraña. Increíble, pero cierto. Ya se ve que los griegos no se andaban con tonterías a la hora de poner nombres a los fenómenos y cosas. Y dice mucho, por la pérdida del "He" de "hemi", de nuestra manera de hablar: dejada, económica, fácil... Lo digo en broma.

lunes, 8 de febrero de 2010

Poner cara de pocos amigos

Hoy en día, en que -exagerando y siendo pesimista- sólo vemos la cara de los demás en Facebook ("face", cara en inglés), tiene su qué comentar la citada expresión. Decían los antiguos que la cara es el espejo del alma. "Un rostro falso debe ocultar, lo que sabe un falso corazón", dicem, como posible traducción Shakespeare en Macbeth (acto I, escena 7)

(el original, infinitamente mejor,lo acabo de leer: "False face must hide what the false heart doth know")

Pues eso quería yo decir: que los amigos y las caras van juntas. Se puede poner cara de pocos amigos: expresión que muestre que no somos amigos, que no te quiero bien. Pero para eso, hay que verla. Así, si uno se limita a escribir mensajitos vacíos o eventos estúpidos o tonterías tamaño plaza de toro en un muro virtual, pocos amigos y pocas caras veremos. Y poca alma tendrá esa "amistad".

Desvivirse

"Hay que desvivirse por los demás". Gracias a Dios, y seguramente no lo podría haber dicho mejor y más exactamente, en mi circunstancia actual oigo esa expresión a menudo, aunque a mí me la enseñó mi madre. Dice la RAE que uno se desvive cuando muestra incesante y vivo interés, solicitud o amor por alguien o algo. Y ¿dónde está el nexo? En la experiencia: nadie que haga, o intente hacer, lo que dice esa definición dudará: amar es desvivirse. Y desvivirse es quitarse la vida a uno mismo: matarse por otro, morir por otro. Por eso Benedicto XVI, cuando aún no era Santo Padre, decía algo tan fuerte, verdadero y brillantemente expresado como su "el amor es un acontecimiento mortal" porque, explicaba, exige la muerte de mi yo para que viva su yo: un tú. Y, puestos a elevarse, así hay que entender el sacrificio de la víctima que el cristianismo dice ser la única relevante: Jesús. También, por cierto, lo dijo Él: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". (Jn 15, 13 ). A esto se le llama escalar. Y no está mal, por hoy. Mi consuelo es que hay todavía gente que intenta vivir así.